La herencia criminal de AMLO
Por: Fernando Aguilar y Guillermo Correa
Ricardo Ravelo lleva casi 40 años de reportero con mayoría en el tema de la seguridad en México. Los casos de narcotráfico y justicia abundan en la docena de libro que como investigador son de su autoría. En entrevista, aborda asuntos actuales como los de Ismael el Mayo Zambada, los carteles que operan en el país y la herencia criminal que deja Andrés Manuel López Obrador a Claudia Sheinbaum Pardo. Dice:
Con la sucesión presidencial no va a cambiar nada. Advierte, no obstante, que con abrazos no se puede enfrentar a 16 carteles, organizaciones del crimen que se han repartido territorio nacional, las que ahora van sobre los recursos naturales como el uranio y el litio; si el gobierno quisiera exterminar algo puede lograr, pero una forma de participar en el negocio es hacerse el ausente.
“Es una ausencia cómplice. Y no creo que eso cambie. Ni siquiera hay un proyecto contra el crimen organizado. Para qué militarizan si los soldados no pueden intervenir. Tienen prohibido hasta lanzar tiros al aire. Los patrullajes solo son de día, en las noches se abre todo. Entonces ¿quién está atrás? ¿de quién es el negocio? ¿de los políticos o del crimen organizado?”.
El crimen y la política
Del año 2000 a la fecha –cuenta Ravelo– la dinámica del narcotráfico ha variado en todo el país: un dato que sobresale es que ahora los cárteles gobiernan a través de sus aliados buena parte de los municipios del país, por lo que sus cotos de poder son amplios y no menos poderosos. De acuerdo con informes de la DEA y de la fiscalía general de la República (PGR), más de la mitad del territorio nacional está controlado por 16 cárteles, en su mayoría violentos, que están relacionados con altos mandos de las policías estatales y municipales –las más contaminadas del país –y cuyos efectivos fungen como sicarios, halcones o protectores de redes de secuestradores o narcomenudistas.
Esos mismos informes establecen, además, que el estado de Tamaulipas –donde dos exgobernadores (Tomás Yarrington y Eugenio Hernández) terminaron en prisión –ambos ya están libres — por brindar protección al narcotráfico durante sus respectivos gobiernos –es la entidad con mayor número de grupos criminales asociados.
Y enumeran algunos de los más peligrosos que operan en esa entidad: Grupo Operación Zeta, Fuerza Especial Zeta, Metros, Rojos, Dragones, Ciclones, Fresitas, Pelones, Talibanes, entre otros, que han arrebatado el monopolio de la violencia a los cárteles hegemónicos — Los Zetas y al Cártel del Golfo –cuyas redes se extendieron por años en toda la entidad y aún operan en el corredor Tamaulipas-Nuevo León-Coahuila, uno de los más sangrientos.
El especialista señala que la penetración del crimen organizado en el país es muy grave. Desde el año 2010, el área de estudios municipales del Senado de la República alertó sobre la fuerte presencia de presuntos delincuentes que, desde diversos partidos, eran lanzados como candidatos a presidentes municipales, diputados locales y federales, entre otros cargos de elección popular.
Aquel estudio sostenía que más del 80 por ciento de los municipios del país eran gobernados, desde entonces, por personajes relacionados directa o indirectamente con alguna modalidad criminal: narcotráfico, secuestro, extorsiones, tráfico humano, por citar sólo algunas.
En los últimos diez años, puntualiza Ravelo ex reportero de la revista Proceso, la dinámica de los cárteles de la droga ha cambiado y se han convertido en verdaderas empresas con una veintena de actividades criminales –independientes del tráfico de enervantes –y su estructura también presenta modificaciones: ahora los cárteles se han fraccionado en células poderosas y violentas cuyos ramajes están enlazados con otros grupos activos en todo el continente.
Tras la captura de su líder, Joaquín Guzmán Loera –sentenciado a cadena perpetua en Estados Unidos –, el cártel de Sinaloa se dividió en cuatro frentes y cambió sus operaciones: ahora es más dinámica, menos visible y ejerce un mayor control territorial en México.
Tras la caída de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, el cártel entró en una disputa interna, al parecer ya zanjada. Y ahora ese grupo criminal se dividió en cuatro frentes: Los hijos de El Chapo –Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán — encabezan un bloque; otro lo opera Aureliano Guzmán, hermano de Guzmán Loera, quien se enfrentó con sus sobrinos por el liderazgo de la organización hasta que tomó su parte.
Ya entrado en materia, cuenta y profundiza en detalles: De acuerdo con el informe Evaluación Nacional de Amenaza de Drogas, dado a conocer por la DEA, Rafael Caro Quintero estuvo al frente de otra pieza del cártel de Sinaloa mientras mantuvo su libertad. Y una cuarta posición –para muchos la más importante –es la que mantiene Ismael El Mayo Zambada, quien se había sostenido más de cinco décadas en el negocio del narcotráfico sin ser detenido ni molestado.
Empleado de una mueblería en Culiacán antes de engancharse en el narco, Zambada es tan viejo en el negocio del narcotráfico como Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, el mejor negociador que ha tenido el crimen organizado. Se asegura que Esparragoza murió hace tres años, presuntamente debido a un infarto, pero las autoridades federales nunca confirmaron su muerte. Hábil en el arte de la mentira, El Azul pasó a formar parte del misterio, igual que Amado Carrillo, pues de ambos se afirma que no están muertos:
Del primero se ha dicho que se auto desapareció, mientras que de El Señor de los Cielos se dice que opera en Rusia y que su muerte pudo ser parte de un acuerdo con el gobierno federal en complicidad con autoridades de Estados Unidos. Lo que sí fue un hecho es que antes de morir –presuntamente –Carrillo Fuentes entabló negociaciones con el gobierno federal. Incluso, en la Sedena hubo reuniones entre representantes del capo y militares para afinar la presunta negociación.
Los informes oficiales establecen que el cártel que más creció durante los dos últimos sexenios fue el de Jalisco Nueva Generación, encabezado por Nemesio Oseguera. Actualmente tiene presencia en doce entidades federativas y su principal feudo es Jalisco.
La lista de organizaciones que se mantienen de pie y que sobrevivieron a la guerra del expresidente Felipe Calderón es larga; muchos de estos grupos permanecen mediante la alianza y han extendido sus redes hacia Centro y Sudamérica. Es el caso del cártel de Tijuana, actualmente encabezado por Enedina Arellano Félix, La Jefa, quien controla toda la estructura financiera del juego.
En suma, el narco mexicano ya es internacional y por ello difícil de erradicar. De ahí que a López Obrador parece no le quedaba otra salida más que la negociación con el crimen organizado, pues el Estado mexicano carece de estrategia y no tiene instrumentos de combate. Y así, con el crimen impune, López Obrador cierra su sexenio.
De hecho, el gobierno de López Obrador ya empezó a negociar con el crimen organizado y grupos armados de Guerrero, Michoacán y Tamaulipas, de acuerdo con una declaración que la semana pasada hizo la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero. Sin embargo, el presidente López Obrador desmintió a Sánchez Cordero y dijo que su gobierno no negocia ni pacta con criminales. “El Estado tiene la responsabilidad de garantizar la tranquilidad del país”, dijo el presidente.
Sin embargo, el territorio sigue violentado por el crimen organizado, pues López Obrador no quiso usar la represión como vía para enfrentar a los cárteles: su política se basó, explica, en atender las causas que originan la criminalidad, pero pese a la puesta en marcha de los programas sociales –una medida que según el frenará la inseguridad –el país sigue incendiado por la violencia criminal.
Ricardo Ravelo concluye con esta sentencia: “Son los amos y señores del territorio y esa herencia maldita es la que hereda a su sucesora Claudia Sheinbaum”.
En tanto allá, el vecino del norte se frota las manos con las declaraciones que aporte durante el juicio, El Mayo Zambada.
Ricardo Ravelo es autor, entre otras investigaciones, de NARCOMEX Historia e Historias de una Guerra, Los capos. Las narco-rutas de México (Plaza/Jánes, 2005), los narcoabogados (Editorial Grijalbo, 2006), Crónicas de sangre. Cinco Historias de Los Zetas, Herencia maldita. El reto de Calderón y el nuevo mapa del narcotráfico (Grijalbo, 2000); Osiel. Vida y Tragedia de un Capo (Grijalbo, 2008). Zetas, la franquicia criminal (Ediciones B, 2014), Los incómodos. Los gobernadores que amenazan el futuro político del PRI (Temas de Hoy, 2017), y Los narcopolíticos (HarperCollins México, 2021).
El cartel de Washington
La hoja del árbol no se mueve sin la voluntad del poder divino, máxima religiosa que bien podría aplicarse al caso de los capos del narcotráfico y sus ramificaciones en el crimen organizado; concretamente en el asunto de Ismael “El Mayo” Zambada y el Chapito, quienes habrían sido detenidos en El Paso, Texas, luego de su entrega pactada con las autoridades estadounidenses dónde serán juzgados, más con fines propagandísticos y desestabilizadores al gobierno mexicano que con fines de combate al narcotráfico.
A escasos dos meses de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, los grupos especializados en “combatir” a este flagelo, como son la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (D
EA por sus siglas en inglés) y el FBI, están de plácemes pues con esta acción pretenden demostrar su eficacia, un punto importante que seguramente tomará en cuenta el Congreso gringo a la hora de asignar los presupuestos a las agencias que combaten al crimen internacional fuera de las fronteras del país imperialista.
En la mente colectiva rebota aquella frase que lanzó “El Mayo” Zambada al entonces director del semanario proceso, Julio Scherer García, en aquella legendaria entrevista que decía más o menos así: Aunque lo mataran, lo desaparecieran o lo detuvieran (al Mayo), el narcotráfico iba a seguir su ruta macabra, al frente de otros personajes.
Es evidente, desde luego, porque el único país que tiene el poder, todo el personal capacitado a través de sus agencias como la DEA, La CIA y el FBI para acabar en un día con este mal social, son los Estados Unidos, pero no lo combate a fondo, porque es una de las vías injerencista para corromper y controlar gobiernos o quitarlos cuando ya no sirven a sus intereses.
Un caso ilustrativo es el del General y ex presidente de Panamá, Manuel Antonio Noriega, a quien, después de que ya no les sirvió, lo secuestraron en su país para enjuiciarlo y encarcelarlo en Estados Unidos, donde acabaron sus días. En México, se recuerdan los casos de Humberto Álvarez Machain, secuestrado en abril de 1990 y René Verdugo Urquídez, secuestrado en 1986 por agentes de la DEA, para enjuiciarlos por el caso Enrique Camarena Salazar, agente de la DEA, quien habría sido torturado y asesinado en Guadalajara, Jalisco, en febrero de 1985.
Pero cuando compareció uno de los testigos de cargo por el asunto Camarena, Lawrence Victor Harrison, estadunidense, conocido como “Torre Blanca”, declaró que había sido contratado por la Dirección Federal de Seguridad (DFS) de la Secretaria de Gobernación. En esa ocasión afirmó que Miguel Ángel Félix Gallardo (en aquel entonces jefe del cartel de Guadalajara), le había dicho personalmente que su grupo criminal estaba protegido porque estaba ayudando a los norteamericanos (concretamente a la CIA) a proveer armas a la Contra nicaragüense.
Él era uno de los que se encargaba a monitorear las frecuencias de radio de la DEA. Cuando surgieron estas versiones de Harrison, el abogado defensor de uno de los acusados, Gregory Nicolayese, declaró al Washington Post que “era evidente que la CIA estaba operando una red muy poderosa y efectiva para transportar armas a la Contra a través del cartel de Guadalajara y no querían que la DEA les arruinara sus propósitos”
Quizás era esto lo que sabía Enrique Camarena, y por eso lo silenciaron.
Solamente de esta manera podemos entender lo que ocurre con el narcotráfico y el crimen organizado en México; desde los años ochenta somos testigos de las detenciones de cabecillas; los grandes medios informativos festinan y hacen de estas acciones espectáculos y hasta documentales de apología del crimen mitificando a los criminales.
Y solo de esta manera podemos vaticinar que la violencia que genera el crimen en sus diferentes facetas continuará enseñoreándose en el próximo sexenio, como lo pronostica, Ravelo.
La captura de “El Mayo”
Tenemos que, en las primeras horas del 6 de julio, los medios masivos de información, prensa escrita, medios electrónicos como la radio y TV en sus variantes e internet con sus redes sociales daban cuenta de este suceso, algunos personajes de los medios informativos como Anabel Hernández detallaba que el máximo jefe narco había sido secuestrado por el chapito, apoyado siempre de agentes de la DEA y el FBI. Y otras narrativas tan descabelladas e insistentes, como aquella, de que el chapito había engañado inocentemente a “El Mayo” y llevado a El Paso, Texas.
En febrero pasado, recuerda durante la entrevista, la Corte del Distrito Este de Nueva York acusó al Mayo Zambada de fabricación y distribución de fentanilo. Zambada, de 76 años, ya había sido acusado de crimen organizado, conspiración para cometer asesinato, lavado de dinero, así como delitos relacionados con narcotráfico, trasiego de cocaína, heroína y metanfetamina a Estados Unidos, país que ofrecía una recompensa de 15 millones de dólares a quien diera información por su captura.
Ahora tienen, al “más hábil e inteligente” de los capos, como han tenido y enjuiciado a otros tantos, como a Joaquín Guzmán Loera “El chapo” y las redes del narco y crimen organizado, lejos de disminuir, se ha diversificado y fortalecido.
Por lo anterior, Ricardo Ravelo, afirma que la violencia que ha permeado en nuestro país durante los 36 años de gobiernos neoliberales y seis del gobierno soberanista o de la Cuarta Transformación, que lidera Andrés Manuel López Obrador, continuará como “herencia maldita” que dejará AMLO a la entrante presidenta, Claudia Sheimbaum.
Tras su arribo al poder 1 de diciembre de 2018, Andrés Manuel López Obrador encontró un escenario nacional plagado de criminalidad y violencia generada por quince cárteles bien cimentados en todo el territorio.
De acuerdo con los informes tanto de la DEA como de la PGR, dichas organizaciones criminales son las siguientes: los cárteles del “Golfo” y “Zetas”; “Tijuana”, “Juárez”, “Sinaloa”, “Cártel de Jalisco Nueva Generación”, Cártel de “Los Rojos”, “Guerreros Unidos”, “Los Ardillos” y “El Cártel de la Sierra”; organización “Beltrán Leyva”, familia “Díaz Parada” (traficantes de marihuana en Oaxaca), Los hermanos “Valencia”, “La Familia Michoacana”, “Los Caballeros Templarios”.
De todas estas organizaciones derivan decenas de ramificaciones que, por separado, controlan amplias extensiones de territorios y han establecido alianzas –políticas y criminales –con autoridades municipales y estatales para mantenerse impunes y en constante expansión.
Así podemos ver que “A lo largo de casi seis años de gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador no combatió al crimen organizado y hereda a su sucesora, Claudia Sheinbaum, un mapa criminal de terror con más de 190 mil muertos producto de la disputa territorial de 16 cárteles del narcotráfico con amplias ramificaciones en todo el país. Eso no es todo: “el crimen organizado se ha entronizado y ha ganado mucho poder territorial en el país; se disputan los recursos naturales y desde hace varios años ya son gobierno en municipios y estados, lo que ha borrado casi por completo a lo que se llamaba la clase política.”.
Sin embargo, reflexiona Ravelo, para el presidente Andrés Manuel López Obrador la violencia ha disminuido; y la corrupción, según él, es cosa del pasado, pues afirma que en su gobierno ya fue erradicada. Lo cierto es que en las prisiones no hay un solo funcionario o exfuncionario preso por desvíos de recursos públicos.
Pero la falta de resultados en materia de seguridad, como buen pretexto para nuestros vecinos del norte, ya encendió los focos rojos en Washington debido a la violencia y al imparable tráfico de fentanilo, la droga sintética de moda, la cual quitó la vida a más de 100 mil estadounidenses en el año 2022, y sigue siendo exportada desde el territorio mexicano.