2023: Año sombrío para la comunidad internacional
Por Ricardo Monreal
En 2023, la intensidad de los choques armados y la frecuencia de pérdidas humanas aumentó respecto a épocas anteriores. Analistas calculan que una de cada seis personas en el mundo ha estado expuesta a un conflicto en los últimos doce meses. Destacan los ocurridos en Sudán, Mali, Etiopía y Myanmar; la prolongada invasión de Rusia en Ucrania; la respuesta de Israel a los ataques de Hamás de octubre pasado, y la brevísima guerra en el Nagorno Karabaj. En este artículo haré un breve repaso de estos tres últimos ejemplos.
El próximo mes se cumplirán dos años de la invasión rusa a Ucrania. Hace meses, Kiev inició una contraofensiva que pronto se detuvo sin conseguir cambios importantes. En días recientes, vimos el ataque a la infraestructura naviera de Rusia en Crimea y la respuesta de Moscú con bombardeos. Es probable que durante el invierno se lleve a cabo una intensa campaña de asaltos de largo alcance por ambas partes, que incluiría a las redes eléctricas. Hay quienes consideran que el conflicto llegó a un punto muerto.
El transcurso y eventual desenlace de la guerra estará determinado por los apoyos que los adversarios reciban. Según recopilaciones de datos, la ayuda recientemente comprometida para Ucrania alcanzó un nivel mínimo entre agosto y octubre de 2023; se observó una caída de casi el 90 por ciento en comparación con el mismo período en 2022. Mientras tanto, el Congreso estadounidense aprobó hace unos días el último tramo de ayuda disponible para Kiev y hay una división interna sobre qué tan rápido puedan aprobarse más apoyos. La mayoría de analistas coinciden en que no se ve una solución pronta al conflicto ni una victoria definitiva de una de las dos partes. En Occidente hay desgaste respecto a la causa de Ucrania. En donde sí se registraron avances fue en el proceso de la candidatura de Kiev para su ingreso a la Unión Europea, aunque la posibilidad de unirse a la Alianza Atlántica parece alejarse.
Octubre nos sorprendió con el ataque del grupo Hamás a civiles en Israel. Como comenté antes, la mayoría de la comunidad internacional condenó los hechos, por la brutalidad y el terror que la agrupación imprimió en contra de la población civil. Hamás no reconoce la existencia de Israel y se opone a lograr cualquier acuerdo de paz con el Estado hebreo.
En respuesta, Israel inició operaciones militares en Gaza, para “erradicar a Hamás” y “destruir completamente la capacidad de gobierno y militar” de la organización. También está decidido a rescatar a rehenes que siguen en cautiverio. Con la mediación de varios países, se logró una tregua que permitió la liberación de algunas personas y la entrada de ayuda humanitaria, pero lamentablemente no se avizora un final pronto. Hay varias propuestas de paz sobre la mesa, impulsadas por Egipto o Estados Unidos, que incluyen un alto al fuego y la liberación de las personas que continúan bajo control de Hamás.
Un conflicto adicional en el espacio internacional, con final sorpresivo, fue la operación militar (que duró 24 horas) de las fuerzas azerbaiyanas en Nagorno Karabaj en septiembre pasado. En un día, el Gobierno de facto del enclave perdió la mayoría de sus posiciones militares y se rindió. Entonces, el presidente Samvel Shahramanián anunció que la república —sin reconocimiento internacional— dejaría de existir el 1 de enero. De tal forma, unas 100 mil personas huyeron de Karabaj hacia Armenia, tras la toma de poder de Azerbaiyán. Estos acontecimientos se produjeron luego de décadas de conflictos prolongados, con escaladas intermitentes y enfrentamientos armados en varios momentos. Personas expertas señalan que era un asunto de grandes potencias, que involucraba a Türkiye y Rusia, en tanto que Armenia no tenía las condiciones para defender a los separatistas. Ahora enfrenta el reto de asimilar la llegada de quienes habitaban en el enclave.
En 2023 atestiguamos que el sistema de instituciones y arreglos multilaterales no ha detenido los grandes conflictos ni brindado una alternativa de paz. Pareciera que las y los internacionalistas que consideran al poder y a la guerra como los medios principales para conseguir los fines de los Estados prevalecen sobre quienes tienen una visión liberal, en la que la diplomacia, las instituciones y la interdependencia económica regulan y limitan el comportamiento de la comunidad de naciones.
El actual es justamente el momento para fortalecer los vínculos interestatales, el respeto al derecho internacional, la vía jurídica y el diálogo para resolver las diferencias, no para abandonarlos. Es pertinente aprender las lecciones de la historia y observar qué elementos hacen menos probable la explosión de un conflicto, y aquellos que construyen la paz y permiten alcanzar acuerdos que se puedan sostener. Es urgente aprovechar el talento de personas diplomáticas, tomadoras de decisiones, juristas y académicas, para alejarnos de la violencia y aspirar a un 2024 menos sombrío.