“Engañosa” normalidad
¿La normalidad en México se demuestra por la fuerza del gobierno y su capacidad de imponerse a los designios generales evidentes? Quizá por ello, sin el menor consenso, caminaron las reformas y las rondas para vender Pemex que tanto repelen buena parte de los mexicanos, sobre todo porque fueron armadas a espaldas del colectivo, sin consulta alguna y, para colmo, sin haberlas propuestas durante los largos días de la campaña presidencial en donde suelen ventilarse planes que son irremisiblemente archivados cuando se arriba a la sede del poder. El engaño es monumental, además, porque ya instalados en el Palacio Nacional los mandatarios suelen verse las caras con los mandatarios estadounidenses, quienes marcan pautas a cambio de “apoyos” contrarios a nuestra soberanía. Pero ahora le falló el juego a Claudia, quien deberá adaptarse a un Trump desquiciado… sometiéndose, por desgracia como ya comenzó a hacerlo.
Se nos ha mentido tanto, y con diversos colores partidistas, que lo único con sentido es el escepticismo. La credibilidad oficial está por los suelos, además, porque los actos de corrupción se ventilan –acaso en otros tiempos se podían ocultar bajo el maridaje de los sectores más influyentes-, y no pueden guarecerse, siquiera, los “secretos militares” tales como la masacre de Tlatlaya, en junio de 2014, que al fin fue puesta al descubierto cien días después gracias a la revista Enquire y la agencia AP de los Estados Unidos. Fue como una explosión que nos estalló en las manos de los informadores nacionales, quienes fuimos incapaces de descubrir la trama siniestra, como tantas otras posiblemente, del aparato castrense. Pese a todo, la fatua aprehensión de unos cuantos soldados no bastó para atemperar el temporal porque, al contrario, los confinados se dijeron vejados por cuanto solo cumplían órdenes superiores. ¿Dónde están esos mandos criminales? ¿Y los 80 mdd “encontrados” en una casa de seguridad? Sé que la pregunta es de alto riesgo pero es necesario formularla. Nada se ha investigado y esto también es traición a la patria.
Sí, vuelvo sobre el punto: el entonces general secretario, Salvador Cienfuegos Zepeda, debería haber sido cesado del gabinete presidencial, no protegido abyectamente por el anterior mandante-mandatario; y lo mismo debió darse con el simplón y torpe almirante Vidal Francisco Soberón Sanz, en esos días secretario de la Marina, quien dijo abiertamente que se manipulaba a los dolientes padres de tantos jóvenes mancillados, torturados e incinerados vivos. Y las fosas clandestinas siguen apareciendo en Guerrero. No imagino cuál sería la compostura del funcionario si hubiese vivido el drama en carne propia; lo que sé es que también debió poner su renuncia sobre la mesa presidencial ante el azoro y el enfado provocados por sus declaraciones insensibles y superficiales. No se sirve así a las instituciones supuestamente democráticas.
Pues bien, la Comisión Nacional de Derechos Humanos –tantas veces esquiva y selectiva- enunció por qué era imposible, tal fue el calificativo, recuperar la “engañosa realidad”, la del aquí no pasa nada y la de los escépticos siempre prepotentes en su resistencia a creer y visualizar el pasado, por cuanto la crispación parece incontenible y se observa difícil detenerla. Por eso se colocó una piedra -la de Rosario- sobre la catacumba.
De allí la urgencia, esto lo decimos nosotros, de tomar medidas extremas, emergentes, como sería iniciar proceso contra el presidente en funciones, atrapado entre dos fuegos, el bélico interno y las presiones del exterior, cuya incapacidad es manifiesta acaso en igual proporción a su vulnerabilidad física. Las facturas siempre llegan.
En vez de debatir sobre el punto y entender que la marea colectiva no cesará por el encanto de las festividades navideñas, el exmandatario aceptó finalmente, con un año de atraso, que estuvimos en una emergencia sanitaria… cargando más de un millón de muertos aunque el despistado doctor Muerte, de apellido López-Gatell, solo reconozca a 350 mil víctimas mortales.
Por las Alcobas Durante el deplorable foxismo, tres mujeres manejaron la Presidencia: Marta, la de las muchas faldas, la exreclusa Elba Esther y la exprisionera Rosario Robles Berlanga, deseosa de vengarse del acoso sexual de Andrés Manuel. (Creo que no hace falta poner los apellidos). Fueron ellas quienes fraguaron los videoescándalos con la participación de Ramón Martín Huerta –el cercano amigo de Fox quien cayó con su helicóptero también- y Genaro García Luna, aun en el exterior pero tras las rejas con su cargamento de montajes; este sí debiera ser señalado por los brutales engaños, lo mismo que su jefe, Calderón.
Por cierto, solo Marta no ha sido enjuiciada por sus excesos, pero sigue siendo útil para tapar a su consorte, el señor Fox, quien habla mucho pero nunca ha sido capaz de hacer una autocrítica seria sobre su mandato.